BALADILLA DE LOS TRES RIOS
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques,
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
DUQUE DE RIVAS
ÁNGEL MARÍA DE SAAVEDRA Y RAMIREZ DE BAQUEDANO MAS CONOCIDO POR SU TITULO NOBILIARIO DUQUE DE RIVAS
Nació en Córdoba, España 10 de Marzo de 1791 y murió en Madrid, España el 22 de junio de 1865, fue un escritor, dramaturgo, poeta, pintor y político español, conocido por su
famoso drama romantico Don Alvaro o La Fuerza Del Sino (1835). Fue presidente del
gobierno español (Consejo de Ministros entonces) en 1854, durante sólo dos días.
Poeta y dramaturgo español cuya obra es considerada emblemática del
romanticismo hispano. De ideas liberales, luchó contra los franceses en la
guerra de independencia y más tarde contra el absolutismo de Fernando VII, por lo que
tuvo que exiliarse a Malta. Estas experiencias inspiraron algunos de sus
poemas, como Con once heridas mortales, al modo de los antiguos romances
pastoriles. Sus primeros versos (reunidos en Poesías, 1813) y obras
teatrales, como Ataúlfo (1814) y Lanuza
(1822), se encuadraban dentro del orden neoclásico. Sin embargo, durante
su exilio maltés conoció la obra de William Shakespeare, Walter Scott y Lord Byron y se
adscribió a la corriente romántica con los poemas El
desterrado y El
sueño del proscrito (1824),
y El
faro de Malta (1828).
Vivió en Francia de 1830 a 1834, año en que pudo regresar a España y
heredar el título nobiliario y una gran fortuna. Inició entonces su evolución
hacia el ideario conservador. Tras los sucesos de La Granja, renunció a su
cartera de Gobernación y se exilió en Lisboa. De esta época son sus obras más
representativas: El moro expósito o Córdoba y Burgos en
el siglo XI (1834),
«leyenda en doce romances» sobre el tema de los infantes de Larra y el bastardo
Mudarra que es considerada pieza fundacional del romanticismo en España, y el
drama en prosa y verso Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), cuyo estreno conoció un
estruendoso éxito que recuerda el que en Francia había obtenido Víctor Hugo con su Hernani.
Don Alvaro o La Fuerza Del Sino inauguró el
teatro romántico español y con ello el teatro moderno en España. En esta obra
aparecen todos los elementos típicos del romanticismo, como la melancolía o el
pesimismo, y se desarrolla un tema característico: el del hombre arrastrado a
la desgracia por un destino contra el que su voluntad nada puede hacer. Los
principios románticos de fatalidad y rebeldía surgen, como en la tragedia
clásica, como expresiones de un sistema social y acaso cósmico determinado por
la injusticia como trasunto del destino, el cual, como fuerza irresistible
fruto de la misteriosa combinación de azar y necesidad, gobierna los actos de
los personajes.
Con posterioridad, el duque de Rivas fue
embajador en Nápoles (1846) y en París (1859), y director de la Real Academia
Española. De su última etapa son la comedia Tanto
vales cuanto tienes (1840),
el drama El desengaño de un sueño (1842) y el estudio histórico Historia
de la sublevación de Nápoles (1848).
En 1841 publicó sus Romances históricos:
destaca de esta colección de sesenta y nueve romances un gusto por lo
decorativo y descriptivo, por las sensaciones casi pictóricas en las que se
reconocía su afición por este arte, del que llegó a ser un notable ma
estro, así
como la variedad temática. De entre los de ambiente medieval merecen
mencionarse romances como Don Álvaro de Luna y Una antigualla en Sevilla; otros
se sitúan en la época de los Austrias: Un castellano leal, Una
noche en Madrid, Recuerdos de un
gran hombre, El mayor desengaño y El Conde de Villamediana.
Escribió también por esos años algunas leyendas románticas al estilo de Zorrilla, pero con menor
soltura, como La azucena milagrosa (1847).